sábado, 26 de mayo de 2012

¿PORQUE NOS REFLEAMOS EN LOS ESPEJOS?

Los rayos de luz visible que inciden sobre la superficie de un espejo son reflejados con el mismo ángulo con el que incidieron. De esta manera, la luz reflejada en el espejo produce una imagen que respeta el tamaño, forma y modo exacto de colocación de los objetos de los que proviene. Cuando esta luz reflejada llega hasta los ojos del espectador la imagen que percibe es exactamente igual que la realidad, con una pequeña diferencia: el lado derecho del objeto está en el lado izquierdo y viceversa. Para que un material refleje la luz de esta manera tan especial debe tener la superficie extremadamente lisa y plana. Las rugosidades en su superficie deben ser más pequeñas que la longitud de la onda que incide. Si la superficie no está bien pulida la luz se refleja en varias direcciones. Entonces la imagen del objeto observado se vuelve borrosa y confusa. Si la superficie está muy deteriorada directamente no se ve ninguna imagen. Los primeros espejos hace miles de años eran de metal. Las civilizaciones etrusca, egipcia y romana bruñían cobre, plata o bronce hasta dejar su superficie tan lisa que reflejaba la luz produciendo el efecto espejo. En la Edad Media el espejo dejó de utilizarse por el miedo que suponían las consecuencias por pecar de vanidad. Eso sí, su uso se mantuvo entre las damas cortesanas. En el siglo XIV se impusieron los espejos de vidrio que consisten en una plancha de vidrio bien alisada sobre la que se vierte plata. Este modelo de espejo es el que se sigue utilizando hoy en día. Fuera del ámbito doméstico y estético los espejos no son siempre planos, también los hay curvos. Se utilizan para detectar objetos que están fuera de la línea de visión, aumentar la iluminación, para focalizar el calor en algún punto o como piezas clave de el instrumentos científicos como los microscopios y los telescopios para obtener una imagen reducida o aumentada de algún objeto.

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